Prestigio

La mayoría de las cosas que creemos, apreciamos o consideramos útiles las reconocemos así por puro prestigio.

En teoría el prestigio surge cuando alguien, normalmente un matón, en el patio del colegio, le sacude un puñetazo descomunal al anterior jefe. En el mejor de los casos. En el peor de los casos le disparó de lejos o se aprovechó de que el actual campeón tenía un mal día. O más frecuentemente se lo sujetaron. O sencillamente era mucho más fuerte, pero no necesariamente más valiente, inteligente ni bondadoso.

Luego el prestigio se perpetúa a sí mismo.

La mayoría de la gente adopta la mayoría de sus constituyentes (creencias y preferencias) por dos razones:

La arruga el bella no porque uno realmente lo crea o siente, sino porque lo dicen por la tele.


Una parte considerable y nada desdeñable de nuestra cultura, de nuestra producción cultural, en especial la llamada Alta Cultura (literatura, música, pintura, filosofía etc.) bien podría ser basura. Se ha conservado, ha mantenido su prestigio, sin realmente merecerlo.


La Historia de la Cultura, y de la Civilización, es en realidad sorprendentemente simple y deceptionante.

Esta dinámica del prestigio convierte al progresista, al socialdemócrata, en blanco fácil. El conservador sólo necesita recordarla que ha adoptado todas esas ideas e ideales por pura moda. Un buen conservador, no digo que abunden, un conservador consecuente, admiraría a un verdadero comunista o anarquista, a cualquier enemigo merecedor.