Vampiros de tu energía, tiempo...

Amigos, compañeros de trabajo e incluso familiares, hay gente que hace que el ánimo de cualquiera languidezca en cuestión de minutos. Los vampiros emocionales existen, pero hay formas de esquivarlos.

Hablo de vampiros no de sangre (ficción) sino de tiempo, energía, ilusión etc. frecuentes en la vida real.

Los vampiros suelen presentar síntomas de narcisistas, a la vez que los narcisistias suelen absorber nuestro tiempo y energía.

Algunos rasgos destacables del vampirismo:


El verdadero vampirismo, el energético, es mucho más común de lo que se cree y se produce cuando una persona le roba energías a otra. Cuando se produce de forma consciente es más peligroso, pero también se puede dar de forma inconsciente.

Quienes lo ejercen tiene el poder, consciente o inconscientemente, de generar cansancio, inseguridad y desgano a sus víctimas.

Como una aspiradora que succiona todo lo que encuentra en su camino, así se comportan los vampiros energéticos. Se trata de gente que capta la energía de su entorno para su propio provecho. Algunos tienen esta capacidad y la usan a conciencia. Identificarlos es fácil. Por lo general se trata de personas que sólo piensan en sí mismas y se vinculan con los otros por conveniencia. Suelen acercárseles para contarles sus cuitas o pedirles ayuda. Se comportan como víctimas y tratan de inspirar lástima.

En otros casos se trata de gente que actúa con superioridad y humilla a quienes les rodean, criticando sus opiniones y nunca apreciando sus aportaciones. Tampoco faltan los que se encargan de halagar de forma excesiva, buscando inflar el ego de la persona a la que buscan vampirizar. En el fondo, sólo están tratando de estar junto a ellos para ver si pueden obtener beneficio.


Cuando percibamos que somos víctimas del vampirismo energético, la mejor defensa es mantenernos a una distancia mínima de 1,5 metros de la persona que la ejerce. Es prácticamente imposible que a esa distancia mínima, el fenómeno se produzca. Y, por supuesto, hacer siempre caso a nuestra intuición, eso decir a lo que percibimos más allá de nuestros cinco sentidos materiales. Esa percepción nace con nosotros, y es algo que de niños manejamos muy bien. Pero, lamentablemente, el mundo materialista nos enseña desde chicos a utilizar cada vez más la razón, en perjuicio de la intuición.


Otra cuestión es la de sitios altamente contaminados, como cementerios, hospitales, lugares de diversión nocturna, etc. En estos lugares el riesgo no es el vampirismo sino que las energías espesas características de esas actividades se nos adhieran, del mismo modo que al caminar por el barro nos impregna los zapatos y pantalones.

Cómo salvaguardarnos

Ha calado en la sociedad la idea de huir o alejarse de las personas que generan cierto malestar, pero no es la mejor solución en todos los casos. Eso de apartar a quien no aporta dice mucho de nosotros mismos y del escaso interés por hacer algo en pro de las relaciones con aquellos individuos con los que, en ciertos entornos —como el trabajo, por ejemplo—, no queda más alternativa que aprender a convivir. En este sentido, el mejor amuleto contra el vampiro energético es la consciencia de que la persona que tienes enfrente, por su experiencia vital, ha aprendido a relacionarse mediante la queja.

Al hilo de esto, Jiménez comenta: Un recurso genial para protegerse de las personas que sentimos que nos absorben la energía positiva es la compasión. Compadecerse de alguien que vive instalado en la queja nos protege más de esa persona que dejarse llevar por su discurso o pensar que con su comportamiento tiene la intención de enfurecernos o de contagiarnos su negatividad.

La mejor forma de mantener una energía positiva es vibrando del modo que nos es propio. Eso se llama armonía. Y para vivir en armonía conviene practicar actividades tales como nuestras aficiones, así como realizar rituales que conozcamos y nos hagan bien. La mejor sugerencia es impulsar nuestra evolución espiritual. Para ello necesitamos incrementar nuestros conocimientos y nuestra moral, que son componentes de la sabiduría. Cuanto más sabios seamos, más vamos a acercarnos a vivir en armonía.

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