Las cuatro habitaciones

Vivimos, en nuestras viviendas, de una a otra de cuatro habitaciones: la cocina, el salón, el baño y el dormitorio. Cada una destinada a uno o varios usos: cocinar, estar, asearnos, dormir.

Algunos privilegiados disponen de una quinta: un garaje que les sirve de taller.

Salimos y cogemos esos medios de transporte tan apurados, viajamos como sardinas en lata en el metro o el autobús, entre medias esquivando a otros viandantes por las aceras, mientras automóviles pasan peligrosamente rápido junto a nosotros o al revés. Del trabajo al hogar, con breves excursiones al campo o a otras ciudades y enloquecedoras expediciones a tiendas y centros comerciales, cuando no lo resolvemos por internet. Luego, ya en casa, abrimos los paquetes y consumimos las mercancías adquiridas.

Toda nuestra vida parte de y regresa a esas cuatro habitaciones. Transcurre entre ellas y el trabajo, entre ellas y las tiendas, entre ellas y otros templos de consumo. La ciudad nos facilita gastar, donde los centros de consumo quedan cerca.