El arrepentimiento
Cuentan que un gran pecador veía cerca su muerte. Se consolaba pensando que siempre le quedaría el recurso de arrepentirse en el último momento y así limpiar sus pecados. No eran cualquier clase de pecado, sino maldades que infligía a los demás y que les causaban gran dolor.
En efecto, llegó un instante que a él le pareció el último y por tanto la última oportunidad de arrepentirse. Si se arrepentía se habría beneficiado de desobedecer la ley divina, o más bien la del buen corazón, sin tener que pagar por ello. Pero en ese último instante se dio cuenta de que lógicamente no estaba arrepentido de haber hecho tanto mal sino sólo de tener que pagar por ello, y así murió. Toda su vida se había dirigido tan fuertemente hacia el infierno que ninguna argucia de última hora le iba a apartar de él. Otra forma de verlo, le falló su lógica.