La regla del 50%

Dos actividades beneficiosas que interesan compiten por un bien.

¿Qué proporción de las tierras deberíamos dejar vírgenes? (Competimos la civilización y la naturaleza por el bien tierra.) Yo propongo que el 50%.

¿Por qué?

Si por ejemplo dejáramos sólo un 10% para naturaleza, un aumento del 1% (de la naturaleza virgen) supondría para la naturaleza una ganancia del 10%, mientras que para la civilización una pérdida de poco más que el 1% de lo que ya tiene. El caso es que cuanto más nos alejemos del 50%-50% mayor será el beneficio que la pérdida proporcionales cada vez que nos acercamos a ese 50%-50%.

Cuando la naturaleza virgen ocupe un tercio y la civilización los dos tercios restantes los civilizados podrían argumentar que ya no hay tanta diferencia entre la ganancia proporcional y la pérdida proporcional resultantes de acercarnos más al 50%-50% que propongo. (Tal vez empezasen a decir que un km2 de civilización vale tanto o más que dos de bosque virgen.) Pero cuando la naturaleza sólo ocupe un 1%, darle un 1% más del total significaría darle el doble de lo que ya tiene a cambio de que la civilización sólo pierda un poco más del 1%, lo cuál apenas notaría. Vale, a menos que argumentemos que 1km2 de civilizacioń vale más que 100km2 de bosque.

Muchos ecologistas preferirían que casi el 100% del Planeta fuera virgen y o que apenas hubiera seres humanos o que apenas tuvieran un impacto en el medio ambiente. Pero en esta situación apenas habría seres humanos que disfrutaran de algo tan maravilloso o obtuviesen materias primas de los bosques o comida cultivando claros. Y en el extremo contrario, si 10 billones de consumistas humanos hubiéramos reducido la naturaleza a su mínima expresión, siendo tantos, a poco de dicha beldad podríamos tocar.


Una historia tibetana sobre la codicia. Dos hermanos tenían respectivamente uno y noventa y nueve yaks. (El yak es una especie de vaca de pelo largo.) Entonces el hermano rico le pidió al pobre que le regalara su único yak dado que así llegaría a la mágica cifra de cien, y su hermano accedió.

Tal vez la lógica de esta historia sea que la codicia, el deseo de poseer aún más, tal vez sea un problema más que de ética de irracionalidad. El hermano rico no tenía una necesidad real de poseer un yak más.


Tal vez nos traería más cuenta dejar para la naturaleza el 50% del total de superficie terráquea.

Tal vez dado el desconocimiento o más bien falta de acuerdo que padecemos, mejor adoptar esta propuesta por prudencia.

De hecho si se derrite el permafrost y sale a la atmósfera el metano los acontecimientos se van a precipitar. Va a aflorar a la superficie la verdadera naturaleza de nuestra racionalidad.


Otro campo donde probar esta regla sería la proporción de bandidos y campesinos de una zona. (Se trata de la versión del 50%-50% aplicada al parasitaje.) Nos parecería horrible que en una zona todos fueran bandidos, pero en realidad no tendrían a nadie a quien atemorizar y despojar. Y si hubiera muy pocos, ¡cuantos menos mejor! En realidad el máximo daño se ocasiona cuando son el 50%, o más bien cuando se quedan con el 50% de la cosecha. Cuanto más roben menos comen los campesinos y por tanto menos producen. Si robasen un 90%, cada 1% que robasen menos supondría para los campesinos un 10%, lo cuál redundaría en más producción, por tanto a los mismos bandidos les convendría robar menos. Y si sólo robasen el 10%, ¿por qué no robarles el doble, es decir el 20%, de su cosecha? A fin de cuentas lo que para para los bandidos supondría ganar el doble para los campesinos sólo supondría peder un 10% más de lo producido.

Igual que en el caso de la proporción de tierras civilizadas y vírgenes, el equilibrio está en el 50%-50%.

Tal vez constituya esto un argumento para imponer un orden que elimine completamente toda relación de parasitaje dado que el equilibrio entre huésped y anfitrión se encuentra en que que parasitado entregue la mitad de su savia o sangre.


Otro campo donde aplicar esta regla sería la proporción de funcionarios del total de trabajadores, suponiendo que los funcionarios gozan de una protección laboral de la que el resto no disfruta. (Si alguien no comparte mi visión de los funcionarios que piense en otra situación de privilegio económico, como los esclavos, los aforados o la familia real, sólo trato de hacer matemáticas.) Mucha gente se queja de los funcionarios. En realidad la situación se vuelve más perjudicial para la sociedad cuantitativamente según nos acercamos al distópico 50%-50%. Es evidente que si nadie o casi nadie es funcionario poca injusticia hay cuantativamente. Los funcionarios nos darían envidia pero no nos ocasionarían un gasto aunque rindiesen muy poco en sus empleos. Y si todo el mundo fuera funcionario, opción que me parece fascinante, casi mejor, todos iguales, y si de verdad la condición de ser funcionario conllevase un bajo rendimiento laboral todos tendríamos un incentivo para cambiar el régimen. (¿Conocen Ustedes algún partido de izquierda partidario de que todo el mundo sea igual?) Si sólo muy pocos no fueran funcionarios, esta minoría debería mantener a la mayoría de funcionarios, por lo que o tendrían rendimientos fantásticos o no bastarían para pagar a los funcionarios y el sistema reventaría. Por ejemplo si sólo un 1% fuera no funcionario, cada no funcionario se correspondería con 99 funcionarios.

Uno de los argumentos en contra de mi argumentación es que los no funcionarios ganan más. En realidad la clave está en cuánto produce un trabajador por unidad de sueldo. Si un no funcionario gana el doble y produce el doble que un funcionario, ningún problema. Pero si produce más del doble y sólo gana el doble, entonces deberá o producir muchísimo más del doble o ganar muchísimo menos del doble para que el funcionario cobre lo estipulado por su trabajo producido cuanto escaseen los no funcionarios.