Tenemos a los clásicos en común

Casi todo lo relacionado con los clásicos griegos y latinos se cuestiona, salvo su antigüedad, pues vivieron hace milenios. Se sigue que reflejan mundos culturales muy diferentes del nuestro: tan inaccesibles que a veces sólo conseguimos entrar en ellos armados de un buen comentario; arcaicos y tan remotos que a menudo se perciben irreales.

Por otro lado, los clásicos existieron cuando casi toda la literatura occidental estaba por escribir y constituyen por tanto lo que tenemos en común con las generaciones precedentes. Es importante tener libros en común con los demás. Si por ejemplo nos enteramos de que unos vecinos comparten con nosotros el libro del El leopardo, de Lampedusa, saberlo suavizará algo los roces de la convivencia. O tal vez leamos en el album de familia que También a tu abuelo le apasionaba Stevenson. ¿Pero con qué libros imaginamos que Dante tiene algo en común? Desde luego no con los libros de Stevenson, pero sí con los de Virgilio. A Virgilio lo tienen en común Dante, San Agustín y el emperador Augusto. Los clásicos son nuestra lengua común, compartida no sólo con el pasado clásico sino con todos los posteriores y que vienen de ese pasado.

Maurizio Bettini: Indiscreciones clásicas, Prólogo, 1995